Hoy, como tantas otras noches de nostalgia,
mecía mis pensamientos con la razón y la constancia.
Me deleitaba el suave tono de un violín,
con Chopin en los labios,
y rubíes en las manos.
El viento de la noche moldeando mi alma con dulzura,
y la sórdida tranquilidad de la sonrisa de una estrella.
Y así mis lágrimas cesaron,
con la imprudencia de una curvatura en mi comisura derecha.
Y en ese instante, la luna nueva, brillo como un sol de mediodía.
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