Saber solamente sentir, es ignorar el mundo.

domingo, 6 de enero de 2013

Querido Ángel, allá donde estés:



Todas las noches miro a la luna, y me acuerdo de sus alas, de su vestido blanco manchado y rasgado, me acuerdo de aquella noche, esa noche en la que la luna como una cuna, mecía con ternura las estrellas. Cuentan, que hace tiempo, un ángel que vagaba sin rumbo escondido en la neblina de una callejuela de Londres, fue raptado y encarcelado en una minúscula habitación con una ventana de rejas, que se prometió a si mismo no llorar, y para ello desde que estuvo preso, marco una linea con una piedra por cada lágrima, y así pasaba sus días. Aquella noche de luna menguante, me desperté en una sala vacía, antigua, y sin salida al exterior visible , intentando encontrar una salida, vi una puerta e intente abrirla, cuando la abrí, vi una de las paredes casi blanca, otra llena de rallas, y una completamente vacía, esta última me llamo la atención, pues en la esquina inferior derecha, había una débil linea como un último suspiro, encorvada y tenue, casi imperceptible. Supe enseguida de que lugar se trataba, es normal pensar que la última pared estaría vacía porque tal vez dejó de llorar, o que tal vez escapó, esto último sería cierto si no fuese porque jamás salio de allí ,y esa pequeña linea fue la última gota de tristeza que sintió su corazón, su cuerpo dormido, yacía pálido y débil, arropado por unas alas blancas en medio de la minúscula cámara, entonces, como un hilo de viento, el cuerpo se arrastró hasta fuera de la sala, haciéndome alejarme un par de pasos, el cuerpo se poso fuera y las plumas de sus alas empezaron a brillar, volaron como el polvo por encima de mi cabeza, y salieron por las rejas, y transformadas en un ejercito de mariposas blancas, subieron al cielo hasta tocar la luna y llenaron con su brillo el hueco de la cuna dejando perdurar en el cielo un inmenso y blanco plenilunio, lo contemple hasta que la puerta se cerró. Todavía, contemplo desde aquella noche esa luna llena, pero aún así, me cuesta divisarla a través de los barrotes.

Siempre tuya, Neira.

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